Hay una corriente de agua por donde se desplaza un bote con un individuo en su interior, mientras que al fondo hay una montaña inmensa que emerge como lo enigmático, lo misterioso, lo ominoso, pero que en su altura y blancura atrae siniestramente.

Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario,

En un libro titulado Estética de bolsillo (Ediciones Palabra, España, 2001) de Pablo Blanco tal como la denominación de la obra lo señala se hace una aproximación a prueba de lego en la materia del fenómeno de la Estética en el arte. La anécdota con que comienza la escritura es casi cómica. El autor comenta que cuando vivía en Italia visitaba regularmente una biblioteca y solicitaba libros cuyo asunto era la estética, hasta que un día la bibliotecaria le hizo la observación de que si él se dedicaba a la estética le dijera qué podría hacer con sus arrugas. En realidad, es un buen comienzo como tópico del exordio, es decir, de apertura a un escrito con el fin de lograr el interés del lector/a. Lo que sucede es que, desde un determinado campo semántico, la palabra Estética -así, con mayúsculas- se desplazó hacia otros ámbitos del quehacer humano. El preámbulo que estoy realizando es necesario para entender el propósito de la obra de Andrea Hidalgo y Eduardo Schele, Estética de lo siniestro (2022). Sin duda que la Estética está relacionada con la teoría del arte, en consecuencia, podríamos decir que ya está presente en la Poética de Aristóteles. En un libro -ahora casi un clásico inencontrable- titulado El mundo de las letras (1971), que nos sirvió para adentrarnos en los espacios del arte literario en los tiempos universitarios, sus autores checos Félix Vodicka y Oldrich Belic, sostenían en las primeras páginas que había tres formas de aprehender el mundo: la apropiación práctica, la teórica y la estética, donde estaba la literatura y las demás artes.

La obra Estética de lo siniestro de Hidalgo y Schele, por tanto, centra su atención argumentativa en el fenómeno de lo estético -como forma de aprehensión de la realidad- en un ámbito específico, lo siniestro. El vocablo pareciera estar en las antípodas en lo que habitualmente la teoría del arte ha meditado, esto es, la búsqueda de la belleza. En otras palabras, lo bello también estaría en lo que para el común de los mortales podría considerarse como algo tremebundo, o derechamente rechazable. En este sentido, se viene a la memoria la instalación de Duchamp que denominó La fuente y que no es más que un urinario dentro del contexto de las vanguardias artísticas con sus diversas modulaciones estéticas. La portada de la obra de Hidalgo y Schele de cierto modo tiene este sentido enigmático de la atracción por lo siniestro. Una de las acepciones del término precisamente conlleva la connotación de algo o alguien que causa temor o angustia porque está ligado a lo sombrío o macabro y, por tanto, a la muerte. En efecto, la portada como apertura a lo escriturario tiene tonalidad blanca, oscuro (negro) y gris. Es un paisaje como le gustaban a los románticos. Hay una corriente de agua por donde se desplaza un bote con un individuo en su interior, mientras que al fondo hay una montaña inmensa que emerge como lo enigmático, lo misterioso, lo ominoso, pero que en su altura y blancura atrae siniestramente. Schele cuando comienza su reflexión filosófica acerca de lo siniestro, parte de la atracción del Everest que ha ejercido sobre quienes han ido allí, muchas veces sin volver, donde el monte se ha convertido en una ruta mortuoria: es el terror en las alturas.

La obra de Hidalgo y Schele se inscribe dentro de la catalogación del ensayo. Esta discursividad apunta a la reflexión acerca de un determinado tema. El referente escriturario es lo siniestro a partir de una visión estética del concepto. Por eso que el subtítulo es determinante: aproximaciones desde el arte, la literatura y la filosofía. No podría ser de otro modo porque lo estético -la Estética- no es sólo parte de la filosofía, sino toda la filosofía que reflexiona sobre al arte y la belleza”, como escribe Blanco. Y agrega que “así-con la estética-, toda la filosofía, desde sus múltiples perspectivas, mira todas las bellezas y a todas las manifestaciones artísticas, y reflexiona sobre ellas; se trata de llegar a la belleza y a todas las bellezas, incluido lo siniestro. El libro de Hidalgo y Schele está constituido por dos ensayos que abordan la temática desde dos ámbitos que responden a la formación de quienes emiten la discursividad: Hidalgo, desde la Literatura, Schele, desde la Filosofía. Los ensayos se complementan e iluminan recíprocamente. Schele de todas maneras desemboca en lo literario cuando trae a colación ejemplos provenientes de autores de la ficción narrativa para confirmar sus argumentaciones. El epígrafe con que se abre su ensayo es una cita de Lovecraft, un autor canónico dentro del espectro de lo siniestro con sus múltiples connotaciones. Hidalgo en su ensayo nos entrega una solvente síntesis de la temática en el ámbito de la literatura a través del tiempo, trayendo al proceso de lectura hermenéutica a autores imprescindibles como Franz Kafka.

En síntesis, Estética de lo siniestro de Andrea Hidalgo y Eduardo Schele es un libro que nos lleva a una temática siempre atrayente, como el Everest que en su magnífica belleza encierra el abismo de lo sublime en conexión con lo siniestro.

(Andrea Hidalgo Pellerano- Eduardo Schele Stoller: Estética de lo siniestro. Santiago: RiL editores, 2022. 99 pp.).

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