Dos  gaviotas  carroñeras peleándose por rastrojos que tienen la forma de este país gritan a lo lejos.

Columna de Mariam Torneria.

Días  húmedos, cargados de lluvia donde las gaviotas  gritan la vuelta a casa, la búsqueda del espacio cálido, el camino de vuelta en una ciudad que se derrumba y se quema  bajo ojos adormecidos. 

La humedad atrae la corriente y nadie ni nada puede convencernos  que el camino no va por las encuestas.

La electricidad  cuyo valor es aumentado cada vez más al punto que en algún momento quedaremos ciegos  con el recuerdo de las torturas que corre sólo por las mentes de los videntes.Veo  todos los días al amanecer por lo menos tres ancianos echados en el suelo, tapados con solo cartones, abrigados por el calor de tres perros.

Dos  gaviotas  carroñeras peleándose por rastrojos que tienen la forma de este país gritan a lo lejos. El terror de la derecha a que la izquierda escuche nuevos rumbos, mientras las gaviotas buscan  la corriente migratoria. Así imaginariamente voy despegando, alejándome de esta tierra del camino del vencedor, vestido de falsa honestidad, de sonrisas que tragan la misma agua de los emigrantes africanos  y que sale de sus bocas como agua turbia  para llamar a seguir los eternos caminos del regreso a Concertar, a envenenar  nuestro suelo para luego venderlo al precio más bajo.

Siguen pidiendo flexibilidad como antes obediencia a una columna que duele por toda la responsabilidad que carga. Impacto y flexibilidad  todavía nos duele como el palo del gendarme en la piel del estudiante, como el barco de emigrantes que se desploma, como un pequeño tendido boca abajo en una playa, inerme, abandonado donde sólo  el oleaje parece tener piedad por el difunto.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quien las emite. Y no necesariamente, va de la mano con la línea editorial de Espacio Regional.

Por admin

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