¿Recuerdas, padre Francisco, a este indigno que hoy toma la pluma para escribir tus hechos y tus gestos? Yo era un mendigo humilde y feo el día de nuestro primer encuentro. Humilde y feo, hirsuto el pelo de la nuca a las cejas, cubierto el rostro de barba, temeroso la mirada. En vez de hablar, balaba como un cordero. Y tú, para burlarte de mi fealdad y mi humildad, me apodaste hermano León».

Eddie Morales Piña. Profesor Titular. Universidad de Playa Ancha.

Sin duda que la imagen de San Francisco de Asís en la historia universal siempre ha sido atrayente por las singularidades de su personalidad. De este modo, no deja de sorprender que en el transcurso de la historia literaria su figura se haya trasformado en una suerte de ícono de la pobreza y la humildad, así como también de la diakonía. La plasmación literaria de la imagen de San Francisco la evidenciamos antes en una crónica acerca de Gabriela Mistral y su hagiografía poética sobre el asisiano. En estas líneas daremos una mirada a otros autores y obras que han focalizado su interés en el santo medieval.

La novela de Nikos Kazantzakis titulada El pobre de Asís, publicada por primera vez en 1953, se enmarca dentro del proyecto narrativo que explica la relación del escritor neohénico con la religiosida. Según el profesor Miguel Castillo Didier, Kazantzakis fue un hombre de “profundas inquietudes espirituales, de atormentadoras contradicciones. Fue un espíritu en continuo desasosiego (…), de existencia agitada y de compleja trayectoria espiritual”. En este sentido, en el escritor dentro de sus constates poéticas y, evidentemente, como formando parte del itinerario espiritual, la figura de Cristo ocupa un sitial preponderante, ya que está presente en su obras desde los escritos de juventud, hasta su Carta al Greco. Efectivamente, El pobre de Asís es una moderna hagiografía literaria; un texto que dialoga con la tradición franciscana desde Tomás de Celano en adelante, pues es fácil para un conocedor de la historia del Poverello ir descubriendo el diálogo intertextual que el escritor neohelénico establece con la discursividad precedente en torno al santo. Las estrategias escriturarias con que el autor programa el relato son simples. Aquí no nos encontramos con una textualidad que busque sorprender al lector con inusitados juegos del narrador, ya que la finalidad última de la obra tiene un propósito distinto. De alguna manera, el relato que tiene como protagonista a Francisco Bernardone, explicita literariamente aquellas profundas inquietudes espirituales de Kazantzakis a que alude Castillo Didier. El texto está narrado por el hermano León de Asís, uno de los principales colaboradores de Francisco y testigo cercano de la vida del santo. En otras palabras, la novela hagiográfica da cuenta de los hechos del Estigmatizado mediante la mirada del hermano León, quien asume la voz narrativa:

¿Recuerdas, padre Francisco, a este indigno que hoy toma la pluma para escribir tus hechos y tus gestos? Yo era un mendigo humilde y feo el día de nuestro primer encuentro. Humilde y feo, hirsuto el pelo de la nuca a las cejas, cubierto el rostro de barba, temeroso la mirada. En vez de hablar, balaba como un cordero. Y tú, para burlarte de mi fealdad y mi humildad, me apodaste hermano León. Pero cuando te conté mi vida, te echaste a llorar y me dijiste, atrayéndome a tus brazos: -Perdona que me haya burlado de ti, llamándote león; porque ahora veo que eres un verdadero león, y lo que persigues sólo un león verdadero podría perseguirlo”.

Dentro del mismo contexto literario, el escritor inglés Gilbert Keith Chesterton también se sintió deslumbrado por la personalidad del Poverello. La obra se titula simplemente San Francisco de Asís (1925), y Chesterton lo escribió inmediatamente después de su conversión religiosa. Tal vez este sea el punto de atracción que le produjo al escritor la personalidad del santo varón, pues él también pasa por un proceso similar. Una vez convertido al catolicismo, Chesterton se transformó en un verdadero apologeta de la fe. En este sentido, la obra que gira en torno al Poverello, se construye sobre la base de una reconstitución de los contextos histórico-culturales y religiosos en que emerge el asisiano. Estamos en la Edad Media y Francisco será para Chesterton el juglar de Dios. El escritor sostiene en las primeras páginas que “en este libro me dirijo al hombre moderno en su tipo corriente; simpatizante, pero escéptico; y puedo esperar, aunque sea vagamente, que acercándome a la historia del gran santo a través de lo que hay en ella de claramente pintoresco y popular, podré comunicar al lector una mayor comprensión de la coherencia de aquel carácter en su conjunto”.

Dentro de los ámbitos de la escritura espiritual, se halla el libro del sacerdote franciscano Ignacio Larrañaga, nacido en España en 1928 y muerto en México en 2013. Larragaña fue un reconocido conferenciante y autor de libros de temas espirituales, entre los que se encuentra El hermano de Asís. Vida profunda de San Francisco, cuya quinta edición es de 2005 y está dedicada a Francisco en el Octavo centenario de su nacimiento. Como un buen hijo de la orden religiosa fundada por el Poverello en los tiempos medievales, Larrañaga no pudo sentirse ajeno a la extraordinaria personalidad del padre fundador y escribe esta obra que, indudablemente, es una hagiografía en sentido estricto donde el manejo del idioma es sobresaliente por la calidad poética con que se maneja el autor. El texto adopta la forma de una historia novelada –al igual que en Kazankzakis-, dividida en seis capítulos con segmentos narrativos que van tematizando los diversos momentos de la vita sancta del Poverello. Larrañaga convoca al lector a posar la mirada en Francisco desde su interior y desde el entorno vital para descubrir su misterio iniciado en lo que se ha llamado la noche de Espoleto: A pesar de todo, regresaba tranquilo. Tenía motivos para sentirse abatido, pero, contra todo lo esperado, una extraña serenidad inundaba su rostro, y a sus ojos asomaba un no sé qué, semejante a la paz de un sueño alcanzado o un amanecer definitivo”.

En la literatura hispanoamericana, sin duda, que hay un texto poético-lírico imprescindible al momento de acercarnos literariamente a la figura de San Francisco de Asís. Se trata de la poetización de uno de los episodios más famosos de la hagiografía del personaje. La historia se ubica en el capítulo XX de las Florecillas de San Francisco. En este segmento se narra de Cómo san Francisco libró a Gubbio de un lobo feroz. La plasmación lírica de ese encuentro entre el fraile y la bestia la realizó el poeta nicaragüense Rubén Darío. Se trata de un poema constantemente antologado que Darío publicó en 1914 en su libro Canto a la Argentina y otros poemas. El poema de Darío –de una extensión considerable- narrativiza el episodio de cómo Francisco logra pacificar a un feroz lobo que asolaba la región de Gubbio, y lo lleva al convento; sin embargo, en una ausencia del santo, el lobo vuelve a sus correrías salvajes. Al regreso, cuando Francisco va nuevamente al encuentro de la bestia, el lobo da las razones –los motivos-, de por qué volvió a su vida agreste. El poema lo tituló Rubén Darío como Los motivos del lobo y es una hagiografía poética donde se transparenta la imagen del Poverello dialogante con las criaturas del mundo natural:

El varón que tiene corazón de lis,/ alma de querube, lengua celestial,/ el mínimo y dulce Francisco de Asís,/ está con un rudo y torvo animal,/ bestia temerosa, de sangre y de robo,/ las fauces de furia, los ojos de mal:/ el lobo de Gubbia, el terrible lobo,/ rabioso, ha asolado los alrededores;/ cruel ha deshecho todos los rebaños;/ devoró corderos, devoró pastores,/ y son incontables sus muertes y daños./ Fuertes cazadores armados de hierros/ fueron destrozados. Los duros colmillos/ dieron cuenta de los más bravos perros,/ como de cabritos y de corderillos./ Francisco salió:/ al lobo buscó/ en su madriguera./ Cerca de la cueva encontró a la fiera/ enorme, que al verle se lanzó feroz/ contra él. Francisco, con su dulce voz,/ alzando la mano,/ al lobo furioso dijo: ¡Paz, hermano/ lobo! El animal/ contempló al varón de tosco sayal;/ dejó su aire arisco,/ cerró las abiertas fauces agresivas,/y dijo: ¡Está bien, hermano Francisco!”.

Por último, en este breve sobrevuelo sobre San Francisco de Asís en la literatura cabe mencionar la novela del escritor Jesús Capo: Francisco, ¿en qué piensas? Nacido en Gipuskoa en 1939, pero avecindado en Chile desde fines de la década del cincuenta, el autor ha desarrollado escriturariamente varias novelas en torno a figuras del Evangelio. En 1998 se focalizó en la imagen del asisiano, construyendo un relato que se lee con sumo interés.

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