Yo Apruebo porque rechazo profundamente una constitución que ampara la desigualdad y desconoce la distribución equitativa de la riqueza que producimos todos los chilenos.

Columna de Víctor Vera. Licenciado en Filosofía.

1.

Yo Apruebo. Mi aprobación contiene un profundo rechazo. Trataré de ser explícito y categórico. Más allá de cualquier posición política e incluso de los resultados constitucionales, en el supuesto que gane el apruebo y tras ello las nuevas ecuaciones de poder resultantes, apruebo una nueva constitución en rechazo de aquella manchada de inmoralidad, sangre y desprecio a nuestros propios hermanos chilenos.

La Constitución de los 80, es la constitución del dictador, del violador más sanguinario de los derechos humanos y sus secuaces, y sus secuaces pasivos. La constitución del 80 es inmoral, indecente, impuesta en un régimen criminal e ilegítima a espaldas del pueblo. Por eso creo que decidir aprobar o rechazar, no es tan simple como el hecho de mantener ciertos privilegios o no, sino que en lo fundamental es una decisión moral, un representación y manifestación valórica. Por eso Aprobar “Es cuestión de decencia”.

2.

Yo Apruebo porque rechazo una constitución modelada por un sistema económico injusto y excluyente.

Subyace en la constitución del 80 un modelo neoliberal. La constitución del 80 redujo el poder regulatorio del Estado y entregó groseramente a los privados la agenda social, entendiendo que el acceso a los servicios básicos eran bienes de consumo. El artículo 19 claramente muestra el artilugio subsidiario de un Estado que filtra por todos lados para regar la bonanza económica de sus protegidos. Donde el Estado no pueda satisfacer la demanda social, el privado podrá proveer bienes y servicios, garantizando la libre elección. En términos sencillos si el sistema de salud pública no le satisface, entonces y libremente usted puede elegir opciones entre el mundo privado y público. Y de verdad que estaría 100% de acuerdo si y sólo si tuviera la libertad y los medios para pagar un sistema privado. La libertad sólo puede ser ejercida si los medios son suficientes para un fin determinado. La misma lógica aplicada a educación, carreteras, pensiones, justicia, farmacias, agua etc. Servicios básicos que no están garantizados como un derecho. Entonces, ¿de qué libertad nos hablan si estamos condenados a miserables sueldos y endeudados hasta el cogote? porque para acceder a un buen sistema de salud o una buena educación nos obligan a hipotecarnos permanentemente.

3.

Yo Apruebo porque rechazo profundamente una constitución que ampara la desigualdad y desconoce la distribución equitativa de la riqueza que producimos todos los chilenos.

Hay una premisa o idea no menos cierta pero engañosa, de que en Chile jamás se habían alcanzado los niveles de prosperidad actuales y que el nivel de vida de los ciudadanos, en términos de calidad, no tiene parangón en la historia de Chile. No por nada nos hicimos llamar los jaguares de Latinoamérica. Ello suponía que la mercantilización del modelo neoliberal, propio del fundamento constitucional, abría horizontes de libertad e integración a todos los chilenos. Se apelaba a la movilidad social, a la superación de la pobreza, a las coberturas educativas y sanitarias, un modelo para Latinoamérica. Y a colación traigo al autodenominado intelectual Carlos Peña quien en su libro “Lo que el dinero puede comprar”, por lo demás uno de los libros más perjudicados con esta revolución social, como dijo Mayol, planteaba hace algunos años atrás tales cuestiones. La falacia de este argumento, de que el modelo neoliberal y la mercantilización le daban al país estabilidad y libertad, es no considerar la premisa que toda sociedad funda su justicia en el acceso social a la riqueza de un modo proporcional conforme a los intercambios justos de bienes y servicios. Y Chile sí, se ha enriquecido, pero el acceso a la riqueza y al conocimiento no ha ido de la mano de la justa distribución de la misma. Ello ha llevado a concentrar en pocas manos la riqueza y segregar por categorías socioeconómicas la posibilidad del acceso justo. Eso es iniquidad, a saber, el arrastre desproporcionado del progreso económico (justicia distributiva) que recae en los ciudadanos, la injusta distribución de la riqueza, y no hablo de igualdad sino de proporcionalidad.

Cuando la justicia distributiva no es justa, la ciudad se divide en dos. En ricos y pobres o bien en ciudadanos de primera categoría y ciudadanos de segunda categoría.

4.

Yo Apruebo porque rechazo la falacia del poder soberano.

Otra falacia es la Soberanía. El Estado trabaja para una clase privilegiada. El artículo cuarto plantea que “Chile es una república democrática”, y cada cierto tiempo a través de votaciones directas elegimos a nuestros representantes. A renglón seguido, Artículo 5°. plantea que “La soberanía reside esencialmente en la Nación”. La falacia lleva consigo una pregunta ¿cómo puede ser soberana la Nación? El término Nación es una abstracción, un engaño del imaginario, un concepto vacío. No existe la Nación como tal, lo que existen son habitantes o ciudadanos, pero el poder soberano reside en las autoridades que detentan el poder, elegidas por votación individual y directa. Entonces, construyamos el engaño: la soberanía no reside en los ciudadanos, sino en el poder constituido por las autoridades elegidas democráticamente. En el presidente, en los diputados, en los senadores. El poder no lo tiene el pueblo, lo tienen los políticos., políticos que por lo demás representan a la clase más poderosa. ¿Es eso lo que nos quieren decir con el poder de la Nación? La constitución es la representación del poder político, es decir que representa la relación entre el estado y los ciudadanos, la manera de organizarse y ejercer sus derechos y deberes de los mismos. Pero el Estado Chileno está bajo la rectoría neoliberal y los representantes soberanos como clase política representan y trabajan para el modelo.

La misma autoridad que detenta el poder es representante de un modelo que minimiza al Estado ejerciendo una presión brutal sobre los ciudadanos, quienes no tienen más elección que venderse a sí mismos para poder subsistir. Y hasta la vergüenza, en un país tan rico para subsistir mínimamente.

5.

Yo Apruebo porque rechazo que el poder constituyente esté en manos de unos pocos.

El poder constitucional debe residir en el pueblo y no en la clase política. Pero también hay verdades que se utilizan de modo incorrecto, verdades a medias. Es un error intelectual pensar que la Constitución nos resolverá todos los problemas. No porque suceda A, sucederá B. Y es obvio porque no necesariamente aprobar una nueva constitución, o aprobar un nuevo orden sociopolítico significará la resolución de mis problemas. Esa mala interpretación, tan propia de los que rechazan, oculta el verdadero significado del cambio constitucional, a saber, que ha sido la fuerza soberana del pueblo la que ha rectificado la relación con la institucionalidad política, que ha sido el ciudadano quien ha cuestionado el modelo de relaciones y representaciones, que en el pueblo reside la posibilidad del cambio. Y era obvio que desde este espontáneo movimiento social, surgiera la fuerza necesaria para movilizar a la clase política e institucional. El natural cauce no podía ser sino que los constituyentes, que son los que constituyen el verdadero poder político, o sea los ciudadanos, edificaran mediante la deliberación colectiva el nuevo orden político, UNA NUEVA CONSTITUCIÓN. Ello prueba el cambio en las posiciones de poder. Es decir, el poder político residente en los ciudadanos como vigilantes del poder económico e institucional.

Estas razones entre tantas otras son las que necesariamente me hacen decidir por el Apruebo. Por primera vez tenemos la oportunidad de decidir y construir una nueva constitución. Por eso Apruebo porque Rechazo.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quien las emite. Y no necesariamente, va de la mano con la línea editorial de Espacio Regional.

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