Calles de Casablanca. Archivo ER.

Los dirigentes deben no solo tener claro cual es es el problema, si no de que manera se pueden transformar los problemas o carencias en recursos (aunque sean mínimos) para sustentar su trabajo.

Pablo Valdés Contreras. Antropólogo.

Hoy en día, nuestras comunidades deben enfrentar problemáticas de seguridad o de convivencia que afectan a todos los habitantes. Robos, micro trafico o violencia son problemáticas que afectan a muchas de nuestras comunas. Ante este panorama, la sociedad civil busca en sus organizaciones tradicionales como las juntas de vecinos, comité de administración (en caso de condominios o copropiedades) una forma de enfrentar las necesidades y problemática.

Pese a esto, los dirigentes deben estar conscientes de que su gestión se da en un contexto de una sociedad en que se ha promovido al individualismo como la forma de vida ideal. Cada vecino quiere “vivir tranquilo en su metro cuadrado”, que no lo molesten si no molesta a nadie, no quiere asistir a reuniones, ni quiere que le impongan una idea contraria, no quiere asumir las decisiones del grupo que participa o de las mayorías, no quiere participar, ni menos que le toquen el bolsillo, no quiere pagar, que le cobren ni cobrar, pero si quiere tener las regalías y garantías de una buena gestión, vivir en un buen barrio, que alguien le haga el aseo, que alguien cuide las plantas, que alguien mantenga las plaza y calles, que alguien vele por su seguridad, etc.

Cuando los vecinos funcionan así, es cuando vence el individualismo y se le abren las puertas a “la delincuencia”, “la droga” o “el mal vivir”, pues claramente en esos casos, con un contexto tan hostil en que los vecinos, prefieren vivir encerrados, ningún dirigente tiene grandes opciones para gestionar y proponer opciones luego que ocurren hechos que afectan la tranquilidad de una comunidad.

De ahí, que los dirigentes deben actuar con solidez y convencidos que el bien común que los moviliza es mayor y mucho más relevante que la indiferencia, negligencia y apatía ciudadana de la que estamos enfermos como sociedad. Los dirigentes deben no solo tener claro cual es el problema, sino de qué manera se pueden transformar los problemas o carencias en recursos (aunque sean mínimos) para sustentar su trabajo. Identificar a los vecinos e instituciones que suman y aportan con algo positivo, repensar y cuestionar los temas que se abordan en las clásicas reuniones de vecinos, utilizar las redes sociales como formas de sondear opinión y mejorar las comunicaciones entre los vecinos, siendo claros y evitando los pelambres, copuchas y mal entendidos. Plantearse ante situaciones críticas, catastróficas o a las que todos tengan temor o festejos que a todos les gusta (Año Nuevo, Navidad, Día del Niño, 18 de Septiembre, etc.) como impulso para aunar a los vecinos en un objetivo común.

Sin duda la vida en comunidad exige lidiar con las diferencias y muchas veces los dirigentes deben “remar contra la corriente” y eso significa que si dejan de remar, la corriente gana y se los lleva a todos.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quien las emite. Y no necesariamente, va de la mano con la línea editorial de Espacio Regional.

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