Nos privaron todo un verano de la plaza pensando en su uso comercial más que social. Sí, porque la planificación original respondió a la Fiesta de la Vendimia, evento privado disfrazado de público. Y esto nos sitúa ante la pregunta clave. ¿Qué es una plaza para ellos?

Francisco Riquelme López. Periodista.

La nueva plaza es de Martínez. La anterior nunca lo fue. Porque uno se apropia de un espacio cuando lo siente suyo, le pertenece, utiliza, disfruta y cuida. Se convierte en parte de tu vida y de tu comunidad. Y para muchos de nosotros la plaza fue y es una extensión de nuestro patio, el ambiente donde nos integramos, crecimos y compartimos.

¿Por qué tantas malas decisiones con respecto a las obras de la plaza? Sencillo: no la reconocen como suya. Quienes encabezan este municipio, los que realmente gobiernan, son intrusos en nuestra cultura y tradiciones. Ellos no desfilaron los 21 de mayo; no pololearon; no dieron 100 vueltas conversando con los amigos y amigas; no tomaron un helado; no jugaron en el “compra huevito”; no se sentaron en las jardineras luego de un par de fichas en los videos o a reposar de un completo; no ocuparon ese frío teléfono público CTC; y menos escucharon la radio parroquial. No enseñaron a sus hijos e hijas a andar en bicicleta o en patines, arrendar un carrito y menos llevaron a sus niños y niñas disfrazados para Halloween ¿Qué esperaban entonces que hicieran?

La remodelación de la plaza desde un inicio estuvo mal. En una sociedad moderna y democrática los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho a opinar sobre los proyectos que impactan su vida cotidiana, como lo es esta plaza. No fue el caso. No hubo consulta pública, presentaciones del proyecto, maqueta, nada, nada. Lo más compartido fue un archivo Excel con tablas ilegibles. Los mismos concejales no tenían bien claro qué se haría. Porque incluso los detalles de las obras se arreglaron en el camino, como los faroles coloniales.

¿Pero por qué no le preguntaron a la gente? Sencillo: no les interesa. Se sienten iluminados, como esos faroles artificiales, y presumen que sus decisiones técnicas y artísticas son acertadas. Las obras debían tomar 150 días, pero se extendieron por al menos 60 más. No hubo eficiencia. Y aún queda trabajo por hacer. Hoy nos llenamos de interrogantes al ver las obras y su justificación económica.  Dudamos de todo al ver esa horrible pileta de piedras que rompe la belleza del lugar y no tiene armonía con el entorno.

Nos privaron todo un verano de la plaza pensando en su uso comercial más que social. Sí, porque la planificación original respondió a la Fiesta de la Vendimia, evento privado disfrazado de público. Y esto nos sitúa ante la pregunta clave. ¿Qué es una plaza para ellos? El sentido más puro y original de una plaza es su valor colectivo, céntrico, diverso, de encuentro ciudadano y social, donde la comunicación e interacción de las personas construye nuestra identidad y lo que somos como comunidad. Pero para ellos, los intrusos, es algo que dista de eso, es un lugar para reconocer el rol de consumidor y no de ciudadano.

Una plaza es más que una infraestructura. Su sentido lo da el uso. El anterior equipamiento de la plaza sí respondía a esas necesidades. Necesitaba ajustes, cierto, pero puntuales. Por lo tanto, no fue pertinente todo lo que se hizo, porque no sumó nada nuevo. Sino que quitó y reemplazó. ¿O nos tenemos que conformar con chorros de agua?

La falta de pertinencia de las obras ocurre por el mal diagnóstico. En vez de preguntar qué obras o cambios permiten estimular el uso público de este espacio (social, cultural, artístico, etc.), se concentraron en cambiar y destruir para justificar una millonaria inversión. El impacto de esta remodelación es negativo, porque su mayor daño es que nos ha desunido. Y la plaza siempre fue un lugar que nos integraba como comunidad, donde brotaba el esplendor de nuestra cultura.

Al menos hoy ya no es la plaza de Casablanca, es la plaza de Martínez, vacía, sin vida, donde el exceso de luces no alumbra.

Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de quien las emite. Y no necesariamente, va de la mano con la línea editorial de Espacio Regional.

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