En Crónica de una muerte anunciada la primera línea de la enunciación anuncia ya el desenlace; así, García Márquez también deconstruye el código del relato policial, ya que la sorpresa final es anulada por el propio narrador desde el principio. 

(Crónica e imagen de Eddie Morales Piña. Crítico literario)

Probablemente, la primera vez que leí un relato del escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) fue en una antología de literatura de la enseñanza media. Tal vez haya sido “Isabel viendo llover en Macondo” que, según cuenta en una crónica publicada en 1984, se había desgajado como relato de su primera novela “La hojarasca” (1955) y que su amigo el poeta Jorge Gaitán Durán rescató de cuentos que él había roto y publicado con ese significativo título. Con el tiempo, García Márquez se convirtió en uno de mis autores predilectos -y sigue siéndolo- en los tiempos del denominado Boom de la literatura hispanoamericana. Nunca sospeché que aquella lectura pretérita me llevaría a redactar una tesis sobre la novela que tiene como personaje principal a Santiago Nasar, de quien sabemos en las primeras líneas que será muerto. Crónica de una muerte anunciada (1981) es un relato que cumple 40 años desde su primera edición y en él encontramos las marcas de la relación entre literatura y periodismo que García Márquez sabiamente logró ensamblar. La novela tiene como asunto de la materia narrada un hecho real de parecidas connotaciones a los eventos del relato acontecido en el pueblo de Sucre en Colombia. 

Como la historiografía literaria lo ha comprobado, la novela sobre la muerte de Santiago Nasar está basada en un hecho luctuoso de carácter policíaco sucedido en 1951 que involucró casi al mismo número de personajes que los que aparecen en la urdimbre narrativa.  De esta manera, la idea inspiradora de la historia narrada es el hecho de sangre acontecido en Sucre y que, probablemente, atrajo a García Márquez por el potencial novelesco encerrado en la historia policíaca.  Ciertamente que como periodista García Márquez sabía que en el episodio sucreño estaban los elementos claves y necesarios para ficcionalizarlos a través del discurso narrativo.

Las conexiones entre el texto literario de García Márquez y su fuente extratextual están sin duda, en el método que adopta el narrador en la concretización del mundo, esto es, la encuesta periodística, pues el enunciante combina el relato en primera persona con los discursos de los personajes, es decir, de los testigos.  Además, esta conexión con el discurso periodístico al interior del texto narrativo se revela mediante el uso del vocablo “crónica”, que remite semánticamente al ámbito señalado en el que el autor se desempeñó en el transcurso de su vida.  De igual modo, la relación extratextual también se manifiesta a través de los rasgos de novela policial que tiene la obra de García Márquez -subgénero narrativo que está ya en su primera obra-, cuya lectura también es pertinente, pues “si la novela policíaca parte de un suceso que el narrador o el protagonista deberán desentrañar en el curso del relato, Crónica de una muerte anunciada nace de un suceso más o menos similar.  La novela se parece a un efecto que busca su causa”, según escribe Oscar Collazos en 1983.  De este modo no es extraño que en la novela sobre el asesinato de Santiago Nasar, García Márquez vuelva a moverse sutilmente en torno a situaciones típicas del relato policial, más aún si la novela se asienta sobre la base de un hecho que tiene estas características.  Sin embargo, en el manejo de los códigos pertenecientes a este tipo de texto literario, el autor colombiano transgrede tópicos de aquella forma narrativa.  Así, por ejemplo, en la novela nunca se llega a dilucidar cabalmente si Santiago Nasar fue realmente el seductor de Angela Vicario, pues el narrador escamotea estos datos dejando al lector sumido en la incógnita, situación que en el relato policial típico generalmente no acontece. Evidentemente que en la novela de García Márquez ciertos datos textuales de la materia narrativa son irresueltos por el narrador, debido a la perspectiva narrativa que adopta para enunciar el discurso. Los hermanos Vicario ejercen justicia por su propia cuenta, transformándose así Santiago Nasar en el malhechor sin que se le haya probado la culpabilidad que ocasiona el castigo.  Lo anterior es producto de la deconstrucción del código policíaco realizado por García Márquez en esta novela; donde sí se mantiene en los ámbitos contextuales de este tipo de relato es en el ritmo de la acción, ya que el narrador se concentra en la desnuda anécdota, sin que elementos catalíticos vengan a complementar el relato, pues lo que realmente interesa es la presentación de los hechos. 

En Crónica de una muerte anunciada la primera línea de la enunciación anuncia ya el desenlace; así, García Márquez también deconstruye el código del relato policial, ya que la sorpresa final es anulada por el propio narrador desde el principio.  Más este anuncio prematuro no le quita expresividad ni interés a la intriga, pues el narrador maneja con habilidad los datos contradictorios o inconexos, aventurando hipótesis más que certezas, poniendo los hechos en diferentes versiones de testigos del suceso de sangre.  El desarrollo de los eventos conducirá en la novela del autor colombiano a saber por qué y cómo fue muerto Santiago Nasar, además de quiénes lo ejecutaron; pero el relato mantendrá en silencio si el seductor de Ángela Vicario fue tal realmente.  Finalmente, el relato presenta un narrador-investigador que indaga el homicidio casi como una encuesta judicial.

Los elementos de la realidad fueron ficcionalizados por mecanismos propiamente literarios. El narrador creador introdujo los cambios, las alteraciones o las modificaciones en la realidad extratextual para convertirla en materia eminentemente imaginaria.  Así, el primero de los capítulos de la novela nos informa de todo lo esencial del argumento.  El personaje es un joven hacendado de alguna remota región del Caribe.  La muerte le vendrá como la venganza de los hermanos de una hermosa novia, devuelta a su familia por el esposo en la misma noche de bodas, por no haber sido encontrada virgen: venganza de la honra, que recae sobre el presunto culpable en un ambiente dominado por atávicos prejuicios machistas. En consecuencia, Santiago Nasar, Angela Vicario y Bayardo San Román son entes totalmente distintos a quienes les sirvieron de modelo; más aún, cada una de las situaciones experimentadas por estos personajes y por los demás que se presentan en el relato, así como el ambiente y el espacio en que se mueven, son tan imaginarios como los sueños premonitorios de Santiago. El narrador-cronista cuenta la muerte de Santiago Nasar desde la perspectiva de los años transcurridos, intentando reconstruir los lejanos eventos mediante sus recuerdos y la encuesta a los testigos de los sucesos.  De esta manera, la narración se va materializando entre el pasado lejano de los acontecimientos que desembocaron en la muerte de Santiago y el presente de la enunciación. 

En definitiva, a cuarenta años desde su primera edición la novela del martirizado Santiago Nasar sigue manteniendo su lozanía como obra literaria y modelo de construcción narrativa.

Por admin

Deje su comentario en su plataforma preferida