La palabra delirio tiene una significación no muy auspiciosa desde el punto de vista de la salud mental. Es una forma de estar y de entrar en un mundo diferente. Probablemente, el ilustre manchego entraba en estados delirantes, o el héroe shakesperiano adolecía de la misma forma de ser. Sólo que en Jean Jacques la poesía entra en este sendero.

Crónica e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.

Recientemente hemos concluido la lectura de un libro de poemas. Al término de ella podemos manifestar que estamos frente a un poeta con todas sus creces. Un poeta mayor que no es chileno, pero que está afincado en esta tierra. Se trata de Jean Jacques Pierre-Paul un poeta nacido en Haití, de profesión médico y que vive en Chile hace más de una década. De acuerdo con la solapilla del libro tiene una importante producción literaria escrita tanto en francés como en creolé y castellano. Lo anterior es muy auspicioso por cuanto podemos adentrarnos en una poesía que emerge desde una persona venida desde una isla del Caribe que tiene varias resonancias históricas. Empieza a producirse, entonces, una urdimbre intercultural interesante en el ámbito de la literatura, en este caso del género lírico. Jean Jacques es un poeta, no un simple escribidor de versares. La producción literaria de la isla de Haiti es un misterio, al menos para mí. Entre mis libros hay aquellas enciclopedias antiguas de nuestra época de estudiantes y en una de ellas dedicada a la literatura universal consulto el índice para ver lo referido a la escritura haitiana y no encuentro ninguna referencia. En realidad, de Haití literariamente hablando, lo conecto con lecturas de décadas pasadas en un libro del escritor cubano Alejo Carpentier y en una novela del chileno Jaime Laso. Por eso que la experiencia lectora de Jean Jacques ha sido un descubrimiento El libro de poemas se titula Delirium cero (2022).

La palabra delirio tiene una significación no muy auspiciosa desde el punto de vista de la salud mental. Es una forma de estar y de entrar en un mundo diferente. Probablemente, el ilustre manchego entraba en estados delirantes, o el héroe shakesperiano adolecía de la misma forma de ser. Sólo que en Jean Jacques la poesía entra en este sendero. Lo anterior no es un desacierto, pues desde la antigüedad griega el delirium asociado al arte estaba afincado en el imaginario de la poiesis, es decir, en la creación. El numen se apoderaba del creador y lo hacía entrar en un trance desde donde emanaba la obra literaria. Para Jean Jacques la poesía es un delirio. Un delirio de un poeta alejado de su tierra natal, isleña, situado en un país que es también como una isla cobijada entre la cordillera y el mar. El poeta es un exilado.

El tema del exilado es un motivo constante en la literatura. De alguna manera dialoga con el motivo del destierro. En otras palabras, echado de tierra -como lo dijo Joaquín Casalduero refiriéndose al cidiano-. Jean Jacques sale de su isla y parte a un país tan distinto como Chile donde deberá aprender a comprender a inculturarse. Esta es también una temática relevante que logramos atisbar en el poemario. Se trata de entender y comprender una cultura ajena donde deberá aclimatarse. De todo ello hay en el libro del poeta médico que entiende bien el delirium que ello conlleva.

La concepción poética -en otras palabras, el proyecto de la poiesis de Jean Jacques- está dada en el poemario en esta pregunta: “¿qué vale un poeta sin delirio? Vivir es también defender una locura/ sin volverse loco”. El poemario, en consecuencia, va desplegando ante el lector/a una forma de tematización de la poesía como una salvación. La poesía como una redención del sujeto hablante que no es más que la trasmutación lingüística de la persona de Jean Jacques Pierre -Paul, el médico, el alejado de la isla azotada por un seísmo que no es más que un movimiento telúrico desastroso. Y vaya la paradoja que viene a dar a un país epiléptico -como lo describió Patricio Manns en una de sus crónicas. El poemario de Jean Jacques en más de una oportunidad recuerda el seísmo de su isla.

La palabra poética del médico poeta es transparente. Sus versos fluyen como una afluente cordillerana que baja desde las alturas hacia el valle. En ese devenir la palabra nos va mostrando los diversos temples de ánimo que el sujeto hablante experimenta y exterioriza en los poemas. Es un sujeto que existencialmente vivencia la nostalgia del paraíso -su isla- y el nuevo espacio en que se ve envuelto, este país con linda vista al mar -que no es más que un guiño a una obra teatral de hace décadas atrás. En este lugar, el poeta Jean Jacques se sitúa para desplegar el delirium poético.

Este delirium adopta distintas formas escriturarias. En un primer momento la escritura poética de nuestro autor transita por modelizaciones tópicas de la poesía universal que tienen una impronta clásica. En este sentido, Jean Jacques es excepcional en aforismos, sentencias, en frases tipo haiku. En todas ellas se denota una concepción de la vida, de la existencia humana, muy significativas: “Este país ya murió, hermano/ lo único posible es fundar otro/ cuya única bandera será el amor”; “Digan lo que digan/ la belleza nunca será un lugar común”; “Fuimos creados para vivir para siempre/ es la ausencia de poesía que nos mata”; “Todos los exilios llevan al delirio/ no todos los delirios llevan al exilio”. Paulatinamente, el hablante lírico -Jean Jacques trasmutado- va cambiando las modulaciones de su voz poética y pasamos de las frases breves a poemas de mayor extensión que conservan la misma tonalidad del “animal poético” -como se define a sí mismo: “Yo, animal poético/ veo el mar desde cualquier lugar”. Este sujeto hablante en su delirio poético visualiza la isla entrañable. La isla siempre la isla. Es la nostalgia -el dolor, eso significa la palabra-: “Isla es la palabra más triste/ que debo escribir diariamente”. Los poemas amplios tematizan los mismos tópicos de la escritura breve. El sujeto lírico de Jean Jacques transido de dolor: “Puerto Príncipe está en mente/ como un silencio insoportable/ está en mi cuerpo como una realidad innombrable”. Al finalizar, el hablante vuelve a la escritura breve -en este caso, es un maestro- donde se descubre plenamente su humanidad: No escribo para esconderme en el lenguaje/ sino para desnudarme/ desnudarme entero como el desierto”.

El ejercicio escriturario de Jean Jacques Pierre-Paul es, como lo dije al principio, una significativa lección de humanidad que al lector/a no dejara indiferente. Estamos en presencia de una voz poética sobresaliente que vive su propio delirium, un delirio que nos abre la puerta a una poesía redentora.

(Jean Jacques Pierre-Paul: Delirium cero. Ediciones Caronte. 2022. 159 pág.)

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