“Aquí/ en el vórtice/ del tiempo/ solo soy un hombre/ refugiado de todas las guerras/ lanzando pregunta a las estrellas/ que responden con el silencio” (Preludio). Simbólicamente, los últimos versos casi reproducen los recién citados en un diálogo sorprendente: “En medio del tiempo/ solo soy un hombre / refugiado de todas las paces/ lanzando respuestas a las estrellas/ que preguntan con el silencio” (Finale).

(Crónica e imagen por Eddie Morales Piña. Crítico literario)

Primariamente, el título de un libro es una especie de carta de navegación u hoja de ruta para el/la lector/a. Es el nombre de una obra que nos permite su individualización y, por tanto, tiene un carácter identificador que nos entrega luces acerca del contenido. El título es el continente de una identidad cuya forma de ser es el lenguaje -en este caso literario- que da cuenta de una constitución temática. En consecuencia, el título es relevante -siempre lo ha sido- en cualquiera de las manifestaciones artísticas. El libro del poeta Ander Uriarte (Santiago, 1959) en su nombre identificatorio nos entrega las claves interpretativas.

La palabra exilio es una de las más preclaras en la historia de la lengua o de las lenguas. Todos sabemos lo que significa y entraña en su significación. Desde el punto de vista de su étimo, es decir de dónde procede en el caso de las lenguas romances, exilio proviene de exsilium (de exsilire), con el significado de saltar afuera. Históricamente, la palabra pasará a designar una pena de carácter político. Exilio es sinónimo de destierro; y como diría Joaquín Casalduero refiriéndose al Cid, “echar de  tierra”. Por tanto, el vocablo se connotó con una significación negativa que implica el dolor de la echada, así como la nostalgia de la tierra, del terruño. Por tanto, también la palabra tiene resonancias con el partir, con el transitar, con el caminar hacia más allá de la tierra a la que se pertenece. La palabra nostalgia está indisolublemente unida al vocablo del título de la obra de Ander Uriarte. Nostalgia significa el dolor de estar lejos de un país o una persona. Todo lo anterior es posible visualizar en el poemario de Uriarte, quien ha tenido la buena inspiración (el pneuma de los griegos) de nombrar el texto como “Exilios”. No sólo hay una forma de experimentar el exilio sino varias maneras de vivirlo.

El poemario publicado en este año pandémico -que podríamos decir es una forma de estar desterrado- tiene en su portada un vitral de la Ermita de San Juan de Gastelugatxe en el País Vasco. En ella se aprecia en un primer plano dos embarcaciones que implican el echarse a navegar; partir hacia otros derroteros: el exilio. El poeta Ander Uriarte ha programado la textualidad de su obra sobre la base de nueve segmentos escriturarios, donde la piedra angular es el concepto que hemos estado visualizando. El primero, así como el último de los segmentos son las bisagras del lenguaje poético que abren y cierran el contenido. Preludio y Finale le dan el toque musical a la obra de Uriarte que se transforma en un canto, en una rapsodia, a la experiencia del ser desterrado -que como dije, adopta diversas modulaciones interpretativas- y, por último, a la condición humana. Se descubre, por tanto, las conexiones del poemario con las más enaltecedoras formas de la apropiación estética del mundo en torno a esta experiencia radical -y se entra, por ende, en una lectura filosófica del asunto tematizado donde las afirmaciones primeras sólo encuentran una confirmación al final del deambular: “Aquí/ en el vórtice/ del tiempo/ solo soy un hombre/ refugiado de todas las guerras/ lanzando pregunta a las estrellas/ que responden con el silencio” (Preludio). Simbólicamente, los últimos versos casi reproducen los recién citados en un diálogo sorprendente: “En medio del tiempo/ solo soy un hombre / refugiado de todas las paces/ lanzando respuestas a las estrellas/ que preguntan con el silencio” (Finale). En medio de estos dos pivotes, Uriarte despliega las preguntas y las respuestas a que hacen alusión las citas. En el entramado lingüístico poético tres segmentos se titulan Exilio diferenciados con los numerales romanos I, II y III, mientras que otro segmento nos remonta al étimo de la palabra (Exsilium), otro titulado en griego, mientras que un siguiente nos remonta a el euskera, y como centro del círculo -que está significado en la portada con el vitral- otro vocablo de resonancias estéticas: Intermezzo. Precisamente, en este omphalos lingüístico, Uriarte a partir de una cita de John Donne explicita a través de su hablante lírico lo que hemos afirmado más arriba, en el sentido de que el libro del poeta chileno -de profesión Ingeniero Forestal y que comenzó a escribir poemas desde niño- es una meditación filosófico-poética de la experiencia del sentirse “echado de tierra” -desde una mirada metafórica de la afirmación de Casalduero cuando aludía a la vivencia existencial del Cid Campeador: “Te dijeron que nunca estarías solo/ y estuviste siempre/ rodeado de voces, coros y saltimbanquis// Soportando una tormenta/ de ruido y fuego/ en medio del vacío// Lo siento John/ pero/ este hombre/ este hombre es una isla”.

Quisiera antes de finalizar esta crónica mencionar el hecho de que la palabra con que concluye el poema recién anotado -el vocablo isla- entronca significativamente con el segmento que es una reescritura varios milenios después de uno de los personajes de la literatura universal que se ha constituido en el epítome del ser exiliado. Ulises/Odiseo estuvo en la isla de Circe y en otros parajes en su deambular hacia Itaca como el lugar ideal -el locus amoenus. Pero como lo dice magistralmente Konstantino Kavafis, en realidad, hay muchas Itacas que sólo el que ha transitado a logrado vivenciarlas. En un viejo libro, que es un ensayo magistral del peruano Jorge Guillermo Llosa (El libro de Odiseo”, 1965), el autor sostenía que “Vivir al modo de Odiseo, sobre la frágil galera y expuesto a todos los riesgos, es vivir dos veces (…) A mayor peligro, más grande la victoria. Su soledad lo agigantó hasta hacerlo igual al universo; su fragilidad lo hizo más fuerte que el mismo mar. En el interior del hombre está la medida de su grandeza”. Efectivamente, la lectura de la obra de Ander Uriarte nos confirma esta aseveración de Llosa, además de corroborar que lo principiado a temprana edad se trasformó en un quehacer -menester- que lo ubica como un poeta sobresaliente en el concierto de la lírica chilena con una voz poética potente y significativa.

(Ander Uriarte: Exilios. Santiago: RiL editores/AErea. 2021. 92 p.)

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