La portada de esta obra publicada en Valparaíso el año 2016 lleva por título Remedios caseros y un subtítulo, Poesía completa. Remedios caseros corresponde a uno de los poemas de Rivera contenidos en su libro Variaciones domésticas (1958) y está muy bien escogido para englobar a la poesía completa que incluye un poemario inédito: Poesía en vías de extinción, además de Fiestas mortales (1957).
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
Hace pocos días a través de un amigo supe de la existencia de un poeta chileno llamado Raúl Rivera (Valdivia, 1925). Alfonso Cangas Báez, el amigo historiador local de la ciudad donde habitamos (Casablanca), publicó en una red social la imagen de un libro que se denomina Remedios caseros; cuando vi aquel título en una portada atrayente, le pedí que nos prestara el texto. Dentro de un margen temporal casi inmediato, tenía la obra de Raúl Rivera en mi poder, cuya lectura fue una captura desde el principio. Al leer la presentación o prólogo escrito por Cristian Warnken, nos llamó la atención lo que expresa en el primer párrafo donde manifiesta que buscando un dato o una cita olvidada -dice él- de algún autor se detuvo en la Antología de la poesía chilena de Alfonso Calderón, y entre los nombres de Diego Dublé Urrutia y Gonzalo Millán se ubicaba Raúl Rivera. Lo que vino a continuación según cuenta Warnken fue una verdadera historia con el fin de dar con el poeta “desconocido” u olvidado. El producto de aquella indagatoria casi en el estilo de un relato borgiano dio como resultado la obra Remedios caseros. Poesía completa de Raúl Rivera, que tiene posee ciertos años de haber sido publicada, pero que es saludable traerla nuevamente a colación para el espíritu poético. Efectivamente, cuando leí que el antologador había encontrado el nombre de Raúl Rivera -probablemente leído, según sus palabras-, en la obra de Calderón, quien escribe fue al encuentro de este libro en nuestra biblioteca y se produjo una simbiosis de lectura realmente dialogante. Allí en la antología de Alfonso Calderón, publicada por la editorial Universitaria en 1971, estaba Rivera entre Dublé Urrutia y Millán. Sin duda que tuve la misma experiencia lectora que Warnken con la antología en la colección Cormorán in illo tempore, y los poemas de Rivera los leí, así como también su breve, pero iluminador texto que denominó Confesión de un poeta de donde tomé la cita para titular este texto que se despliega ante el lector. En esta confesión, el poeta Rivera afirma que “mi vida, vivida fatal, melancólica y felizmente en el mundo popular, dictó el contenido y la forma de mis versos”. Por tanto, estamos frente a un planteamiento poético. Una verdadera ars poietica, una formulación de lo que Rivera pensaba de su quehacer poético -el mester medieval de la poesía-, el oficio creativo.
La portada de esta obra publicada en Valparaíso el año 2016 lleva por título Remedios caseros y un subtítulo, Poesía completa. Remedios caseros corresponde a uno de los poemas de Rivera contenidos en su libro Variaciones domésticas (1958) y está muy bien escogido para englobar a la poesía completa que incluye un poemario inédito: Poesía en vías de extinción, además de Fiestas mortales (1957). Lo anterior se fundamenta en el sentido de que las creaciones del poeta encontrado que estaba como encapsulado en una botella con un mensaje lanzado al mar azarosamente, responden a un sentimiento lírico-poético destinado a provocar en el lector una experiencia lectora vivificante y tonificadora mediante un mester escriturario diáfano y transparente como, tal vez, lo fue la poesía ab initio: “Damos otras recetas:/ Para un dolor constante/ que ronda la cabeza,/ torrejitas de papa,/ pegadas a la frente/ con una tira blanca/ empapada en vinagre.// Para dolor de oídos/ en orejas de viejos/ el aceite de lobos/ es el único remedio.// Si lo mordiera un perro/ póngase en las heridas/ pelos del propio perro/ (sin lavar, por supuesto).// Para las quebraduras/ por caídas de cunas,/ árboles o caballos,/ hay que ponerse en manos/ de una compositora…”. Este es el estilo escriturario de Raúl Rivera que trae resonancias de la poesía popular -la de los puetas, las de los del canto a lo divino y a lo humano, aunque aquí no se sigue la estructura formal de estos, sino por el espíritu del creador que recoge sus propias vivencias y las ajenas del entorno sociohistórico que le cupo experimentar u observar: “Duérmase, señora, / que está muy cansada, / suelte sus cabellos, / ablande la almohada. // Junte sus pestañas, / déjese. Descanse / porque hasta mañana / no hay que levantarse. // Duérmase, señora, / no se ponga sola. / Basta de tristezas, / déjese de cosas. // Duérmase, señora, / no llore, descanse. / Séquese esas lágrimas. / Todo va a arreglarse”. Este poema se llama Berceuse, un vocablo francés con el que se denomina una composición musical relacionada con las canciones de cuna, y que en la transfiguración poética de Rivera alcanza notoria musicalidad el ritmo y la melodía, a la vez que la tematización alude a una situación distinta a mecer o a acunar. Indudablemente que el lector no puede dejar de recordar los berceuse mistralianos. El lenguaje directo sin mayores alteraciones retóricas resulta estar emparentado con la poesía de la claridad y del romancero: “No es palomilla/ que come murtillas/ solo entre los soles/ de las maravillas, / que corta las flores/ blancas y fugaces/ de las retamillas. // No es un curagüilla/ que gusta la uvilla/ hecha pitarrilla/ en la seguidilla…” Aunque no le hace el quite Rivera a la forma estrófica del soneto como en Y otro bosque quemado. El lector/a de este texto del rescate de la poesía de Raúl Rivera podrá percatarse de que el creador logra aprehender aquellas realidades que ahora forman parte casi de un imaginario colectivo de aquellos tiempos o de otras épocas -del siglo pasado-, pero que conforman nuestra identidad cultural: “Señora Pérez, Sandoval, González, / señoras majestuosas/ que crían diez chiquillos/ y venden empanadas los domingos. / Señora de los pueblos más pequeños/ de Pinto, de Turquía, / de Rarinco y de Púa. / Señora de los barrios y recovas, / que se abre paso a risas/ con su cesta de peras / tomates y cilantro…”. Vuelvo a la portada como paratexto. El color verde que la envuelve trae a la memoria del receptor a aquel espacio que Fray Luis de León tematizaba en la Oda a la vida retirada, un espacio feliz, lárico; sucede lo mismo en Rivera -aunque en más de un poema recrea situaciones ingratas y dolorosas-: su creación poética está sustentada en la naturalidad y la sencillez que significan cotas altas en el proceso de la poiesis para transparentar la realidad objetiva que sirve de sustento a sus poemas. La frase remedios caseros, así como poesía completa y el nombre del autor con una letra caligráfica -como aquella que en el pasado usábamos en un cuaderno ad hoc, remiten no me cabe duda a lo que los textos de Rivera nos llevan a rememorar como lectores/as. Las plantas medicinales que adornan el contexto, así como el mortero y su mazo en el plano inferior complementan el sentido de lo que significa el mester de Raúl Rivera: remedios caseros para el bien del alma y el cuerpo y un traer a la memoria lo que en un pasado no tan lejano formó parte de nuestro imaginario. No sé por qué, pero la lectura de esta poesía completa nos trajo a la mente a Oscar Castro y a nuestro poeta de Casablanca, Alejandro Galaz. La afirmación de Raúl Rivera que encabeza esta crónica, uno no escribe como quiere, sino como puede, creo que ha dado como resultado una obra que todo lector/a de poesía lírica debe conocer y valorar por su condición histórica y estética.
(Raúl Rivera. Remedios caseros. Poesía completa. Valparaíso: Editorial UV de la Universidad de Valparaíso. 2016. 123 pág.)
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