Las mujeres poetas de Valparaíso antologadas son Alejandra Montoya, Araceli Fuentes González, Karen Devia, Luisa Ambrosetti, Natalí Aranda Andrades, Sarah Jane Figueroa, Silvia Manríquez Murúa, Ale Pinto Soffia, Rita Grandón Moreno, Carolina Aparici, Rosa Alcayaga, Taira Pizarro, Begoña Ugalde Pascal e Isidora Susaeta. Cada una de ellas, se presenta en un texto previo a la entrada de sus espacios escriturarios.
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
Una reciente antología da cuenta al lector/a de un panorama de la poesía producida por mujeres poetas de la ciudad puerto de Valparaíso y del litoral central. Como todo texto que adopta este formato escriturario de índole recopilatorio puede llevar a pensar que no están todas las que son u otro sesgo opinable. Sin embargo, creemos que se trata de una excelente muestra poética para que el receptor/a se forme una idea de una especie de mapeo o cartografía de las diversas voces que se muestran en la compilación.
Indudablemente que se trata de una forma específica del quehacer poético. La poiesis está encarnada en las diversas modulaciones que se despliegan ante el lector/a. De alguna manera nos recuerda a una expresión o frase señalada por la escritora mexicana Margo Glantz a propósito de la escritura de las monjas del Barroco novo hispánico, especialmente a Sor Juana Inés de la Cruz. En un texto ensayístico alude a las labores de manos que eran las consideradas propias de las mujeres, incluidas las que estaban en los espacios conventuales. En el caso específico de la Décima Musa, se refiere a la escritura. Es decir, a la apertura hacia otros ámbitos. La escritura convertida en otra labor de mano que tiene que ver, además, con la corporalidad. El texto se transforma en una expresión de la sujeta que escribe, muchas veces a instancias de un varón -es la denominada escritura por obligación en los tiempos coloniales e incluso antes. Sin duda que Sor Juana Inés de la Cruz rompió con aquellos parámetros, pues como es bien sabido traspasó las barreras o márgenes patriarcales, ingresando a espacios que según aquel orden le estaban vedados. Lo anterior le permitirá al lector/a que la poiesis de las catorce poetas mujeres de Valparaíso ofrecen una variada tematización en sus labores de manos como creadoras.
Los textos antologados transitan por diversas modelizaciones escriturarias. Los tópicos, los temas, los motivos, los espacios -para utilizar una nomenclatura teórica clásica- van dando muestra de distintas formas de experiencias vivenciales. Se trata, por tanto, de poemas existencialistas en el más prístino sentido del término, donde quienes se expresan en la escritura son mujeres que comparten espacio y tiempo en una sociedad aún regida por parámetros patriarcales a las que ellas ingresan -al igual que Sor Juana- para descorrer el velo y desplazar las fronteras en que han estado encapsuladas. De este modo, el título de la compilación es una muestra simbólica. Semióticamente, las letras altas en color negro sobre el fondo blanco de la tapa de la obra parecieran interpelar al lector/a, al igual que el nombre de la antologadora -Alejandra Pinto- también en letras altas y el mismo color. Los nombres de las mujeres poetas están allí en la portada como signos silenciosos, pero que adquieren una resonancia inusitada una vez que el lector/a ingresa en las páginas. La portada como paratexto está muy bien lograda. El blanco tiene connotaciones simbólicas. El borde izquierdo le da un toque especial -estético, diríamos-, pero que también es un logro, ya que imita la forma de un texto anillado. En este sentido, la antología pareciera ser el despliegue de una poesía recopilatoria para una circulación reducida, o como un texto de batalla de mujeres poetas feministas.
El receptor/a de los distintos textos antologados podrá percatarse que el lenguaje poético de las sujetas hablantes es una palabra que adopta diversas modulaciones acordes con lo tematizado. El lenguaje muchas veces es deconstructivo y apela al lector. La actitud apostrófica del lenguaje poético tiene preponderancia, y les sirve a las enunciantes para despertar en el lector/a una realidad soslayada. Las mujeres poetas, podríamos decir, saben que la palabra o el lenguaje es una espada de doble filo que entra profundamente en el interior y deja al descubierto lo escondido. Bendita mi lengua sea, decía Gabriela Mistral; lo mismo puede argumentarse de estas poetas mujeres. Lo expresa en el prólogo de la obra la antologadora: “La palabra merece ser empuñada como un arma que hable de nuestras almas y corazones, cuerpos y mentes desgarrados de mujeres poetas”. Interesante es, además, que Alejandra Pinto sostenga que este compilatorio poético es un mosaico. Lo pone entrecomillas, pero lo dejamos sin ellas, porque efectivamente es el término exacto para describir la armonía y el concierto de voces donde no hay disonancias, sino una forma coral para la expresión poética de los distintos sentires donde, en definitiva, el quehacer poético -la labor de mano de Sor Juana- “es, por tanto, un ejercicio que permite, precisamente, sacar fuera, expresar, enunciar y definir aquello interno, emotivo y lacerante que requiere ser dicho, y en este caso, por voz, palabra y puño de mujer”.
Las mujeres poetas de Valparaíso antologadas son Alejandra Montoya, Araceli Fuentes González, Karen Devia, Luisa Ambrosetti, Natalí Aranda Andrades, Sarah Jane Figueroa, Silvia Manríquez Murúa, Ale Pinto Soffia, Rita Grandón Moreno, Carolina Aparici, Rosa Alcayaga, Taira Pizarro, Begoña Ugalde Pascal e Isidora Susaeta. Cada una de ellas, se presenta en un texto previo a la entrada de sus espacios escriturarios. El cuarto propio de cada una de ellas. En el prólogo, Alejandra Pinto -Ale Pinto Soffia, la poeta, suponemos que es la misma persona- hace una breve recensión de los hilos conductores de las poetas antologadas, destacando aquello más relevante del ejercicio escriturario donde en la mayor parte de los textos se va modelizando una vivencia del dolor con diversos caracteres. Debemos confesar que de las poetas presentadas sólo habíamos tenido la experiencia de lectura de Luisa Ambrosetti y de Rosa Alcayaga, de quienes hemos conocido más de alguno de sus textos y comentado críticamente. La lectura de este libro nos permite visibilizar una constelación de mujeres poetas de Valparaíso y del litoral central. La lectura de la antología es absolutamente recomendable, pues a través de ella el lector/a descubrirá un mester de resistencia y de poder mujeril -Gabriela Mistral, dixit– insoslayable.
(VV.AA. Mujeres poetas de Valparaíso. Alejandra Pinto, antologadora. Santiago: Libros La Calabaza del Diablo. Colección Poesía. 2025. 187 pág.)
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