Una de las figuras emblemáticas de la Historia convertida en un personaje mítico es la denominada Monja Alférez. La última novela de la periodista y escritora argentina Florencia Canale (sic) está precisamente centrada en Catalina de Erauso. Por lo que se lee en las solapillas del libro, la autora ha desenvuelto su quehacer escriturario en personalidades históricas, la mayor parte de ellos de la Argentina como Manuel de Rosas o Camila O’Gorman. Por lo tanto, el relato reciente está dentro de los márgenes de la novela histórica. El subgénero narrativo tiene una larga y significativa data en la literatura desde que se posicionó con los textos de Walter Scott, por ejemplo. Respecto a la relación a la Historia y la Literatura se han escrito múltiples tratados. No cabe duda de que todo texto narrativo está afincado en un contexto sociohistórico y cultural. Los textos que transitan por este sendero de la novela histórica procuran buscar la verosimilitud en el proceso escriturario con aquello que tratarán narrativamente. Sin embargo, para que el texto no se transforme en mera Historia -la discursividad que le sirve de sustento-, el creador hace uso de los recursos propios de la retórica literaria, lo que le da el carácter de ficción a la trama. La Historia trata los temas como fueron, en cambio, la literatura los muestra como pudieron haber sido, parafraseando una frase en la Poética aristotélica. Esto es lo que desarrolla en su novela Florencia Canale.

En un libro titulado Mujeres en el campo de batalla. Grandes heroínas de la historia de España (2009), las autoras Alicia María de los Reyes y María Victoria Santos, recogen entre aquellas mujeres a Catalina de Erauso, la monja alférez. La reseña es historiográfica, es decir, está centrada en lo histórico; en aquello que la discursividad ha entregado a la posteridad respecto a la mujer vestida de hombre y realizando un ejercicio de carácter militar. La monja alférez es una especie de Juana de Arco guardando las proporciones históricas. El tema de la mujer que adopta la indumentaria masculina es un recurso literario como aparece, por ejemplo, en la comedia de intriga y enredos Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina. De acuerdo con la Historia, Catalina de Erauso nació en San Sebastián, España, en 1585, siendo hija del capitán de Infantería don Miguel de Erauso y de doña María Pérez de Galarraga, quienes además tuvieron otros tres hijos varones que más tarde siguieron la carrera de las armas. Respecto a la hija se dice que “pronto demostró un carácter duro y enérgico que se correspondía con un físico poco femenino; presentaba un extraño y paradójico contraste por su conformación varonil y su semblante agraciado y picaresco. Crecía no sólo en edad, sino también en valor y audacia”. Tempranamente fue llevada a un convento para que siguiera una vida consagrada como monja, pero pasado algún tiempo abandonará el claustro; en realidad, escapará de él con el fin de hacer una vida llena de aventuras vestida de hombre para salvaguardar su existencia. Pronto se trasladará al Nuevo Mundo siempre actuando como un soldado hasta alcanzar el nombramiento de alférez y realizando hazañas militares y otras no tanto, como la estocada que le da a un hombre en una de las pendencias callejeras provocándole la muerte. Para desgracia de Catalina -que en ese momento- se hacía llamar Alonso Díaz y Ramírez de Guzmán, el abatido era uno de sus hermanos. Al final de sus días terrenos pedirá una audiencia con el papa Urbano VIII, quien le concede permiso para abandonar el claustro al que había retornado y vestirse de hombre si lo creía conveniente.

La historia de la vida de la monja alférez ha sido tematizada varias veces por la literatura sobre la base de las discursividades que en torno a ella se han desplegado, incluida sus memorias publicadas por primera vez en el siglo XIX: Historia de la monja alférez, doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma, e ilustrada con notas y documentos por don Joaquín María de Ferrer, París, en la imprenta de Julio Didot, calle del Puente de Lodi, 6, 1829. El dato lo tomamos de la edición y traducción de la obra de Thomas de Quincey, La Monja Alférez (1972) realizada por el escritor peruano Luis Loayza, donde el autor De Quincey afirma haber escrito su libro a partir de la autobiografía de la heroína y de los documentos que supuestamente están en el archivo de Indias sevillano. Una de las novelas chilenas que retoma la historia de Catalina de Erauso es Confesiones de la Monja Alférez de Juanita Gallardo, publicada en 2005, quien en las fuentes señala la autobiografía de la guipuzcoana.

La novela histórica de Florencia Canale, en consecuencia, está enmarcada escriturariamente en lo expuesto en los párrafos anteriores. Por lo tanto, la pregunta que como lectores podríamos hacernos es de qué manera focalizaría la historia de la famosa y mítica monja la escritora argentina. La portada de la novela de Canale nos presenta a una mujer vestida a la usanza de los tiempos coloniales del siglo XVII. Sin embargo, hay dos aspectos en la imagen -la mujer está sentada como si estuviera posando para un retrato- que provocan la disonancia imaginaria. Entorno al cuello, hombro y pecho lleva una de cota o malla de acero protectora, mientras entre sus manos y apoyada en su falda hay una daga. El rostro de la mujer está velado por una franja de color rojo. El color de la pasión y la sangre. En el extremo superior izquierdo de la portada hay una frase: Catalina de Erauso: la guerra en el cuerpo, su furia en la piel. Esta señal escrituraria es un paratexto para comprender y entender el modo cómo Canale desarrolla la historia de la monja alférez, así como los dos epígrafes tomados de la Ilíada y la Odisea de Homero.

Efectivamente, la trama está relacionada con una doble batalla en Catalina que tiene que ver con la identidad de género. Esta será lo distintivo de la novela de la escritora argentina. Probablemente, este es el sentido del título de la novela que no tiene relación con las cruzadas históricas. La propuesta escrituraria de Canale es la puesta en escena de una protagonista transgresora de los márgenes de la época que le cupo vivir optando por vestir de hombre y experimentar su vida como varón aplacando el cuerpo en uno y otro sentido, como mujer en su corporalidad y actuando como hombre. La programación narrativa de la novela de Florencia Canale está realizada sobre la base de cuatro capítulos que tematizan diversas instancias de la historia de Catalina de Erauso y su familia, así como el entorno social en que se desarrolla su vida: Hija del mar, Prófuga de Dios, La conquista de América y La hora del desvelo, son los núcleos narrativos de la trama de la novela. El narrador adopta la perspectiva del conocimiento pleno del acontecer y se abre el relato en Roma en junio de 1626 cuando Catalina tiene la audiencia con el Papa Urbano VIII. Los capítulos despliegan la historia desde los cuatro años en que fue llevada al convento de dominicas donde demostró una personalidad que no se condecía con la vida consagrada. Huyendo del convento se transforma en la prófuga de Dios con una identidad falsa viviendo una multiplicidad de aventuras y avatares enrolándose en la milicia, cruzando el Atlántico para llegar a la Nueva España donde las aventuras y desventuras de la monja alférez se incrementarán hasta retornar a Europa, entrevistarse con el Papa y volver al nuevo continente donde morirá de una manera apacible. El personaje de Catalina de Erauso se muestra como un protagonista absoluto; en torno a él/ella gira el relato -el narrador usa ambas formas pronominales cuando se refiere a la monja en la trama-, quien con sus aventuras y desventuras y sus diversos amos y señores a quien sirvió se transforma en un pícaro o pícara a la manera de los personajes de aquella forma narrativa denominada novela picaresca. Las líneas que cierran en relato indican que “con el correr de los siglos, los restos de la monja alférez desaparecieron de la tumba que los alojaba: Tras un sinfín de traslados, terremotos y misterios, nunca más se supo de ellos. Nadie conoce su paradero. El espíritu de doña Catalina de Erauso persiste en su peregrinar errante”. La novela de Canale, sin duda, que aporta una imaginación proliferante para darle un sentido novelesco a la Historia de la monja alférez, quien habría muerto en un naufragio, como lo dice De Quincey, mientras que la novela de la autora chilena concluye diciéndonos que “terminó viviendo con una lugareña de mala cara y buena mano para la cocina. Cuentan que por ese entonces estaba transformado en un hombre sereno, pío y de trato agradable”. Tres finales distintos para una historia narrativa de una mítica protagonista. La novela de Florencia Canale no dejará indiferente al lector al proponernos su versión notable de Catalina de Erauso entre lo que fue y lo que pudo haber sido. Una novela histórica absolutamente recomendable para quienes gusten de esta modalidad narrativa.

Por admin

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