Nuestra recepción estética de esta antología de cuentos ocurrió varios años después de su publicación en 1954. Al año siguiente, la obra de Giaconi fue ganadora del Premio Municipal de 1955. Tomé conocimiento de La difícil juventud en 1970. Por este año era un adolescente, en consecuencia, el título me llamó poderosamente la atención. La obra que leí formó parte de la colección Letras de América de la Editorial Universitaria que dirigía el poeta y académico Pedro Lastra. La portada de esta edición fue diseñada por José Vial y muestra a un joven sentado dando la espalda a quien visualiza la imagen.
Texto e imagen, por Eddie Morales Piña. Crítico literario.
El escritor e intelectual italiano Italo Calvino sostenía en un ensayo acerca de la noción de clásico en la literatura, que un autor/a se consideraba de este modo si, al menos, su obra podía ser leída en el transcurso del tiempo como si esta fuera la primera vez de la experiencia lectora y provocara en el receptor del texto el mismo deleite de aquel primigenio conocimiento de la textualidad. Por su parte, una relación entre el entramado textual y el lector que lleva al placer del texto (Barthes, dixit) o a la orgía perpetua (Vargas Llosa, dixit, a propósito de Madame Bovary) es lo que se descubre y aprehende cuando se revisita a aquellas obras y autores que van siendo considerados clásicos. El escritor chileno Claudio Giaconi (1927-2007), sin duda, que lo es, especialmente con un texto que tiene más de medio siglo de su emergencia: La difícil juventud.
Nuestra recepción estética de esta antología de cuentos ocurrió varios años después de su publicación en 1954. Al año siguiente, la obra de Giaconi fue ganadora del Premio Municipal de 1955. Tomé conocimiento de La difícil juventud en 1970. Por este año era un adolescente, en consecuencia, el título me llamó poderosamente la atención. La obra que leí formó parte de la colección Letras de América de la Editorial Universitaria que dirigía el poeta y académico Pedro Lastra. La portada de esta edición fue diseñada por José Vial y muestra a un joven sentado dando la espalda a quien visualiza la imagen. En este sentido, es un icono de la textualidad a la que el lector se enfrentará. La juventud como una etapa de la existencia donde los conflictos interiores se vuelcan en la realidad cotidiana; una etapa vivencial complicada y habitualmente contestaria con el orden de las familias (Edwards, J. dixit). La propuesta escrituraria de Claudio Giaconi fue interesante en el contexto de lo que estaba ocurriendo con la literatura chilena por aquellos años en cuanto a una renovación de los proyectos narrativos. El autor estaba inserto en una nueva promoción de autores que tendrían una relevancia bastante significativa por una forma diferente de enfrentar las temáticas y las historias de los relatos -cuentos y novelas- así como en la configuración textual. Este asunto, no cabe duda, que había tenido prolegómenos como en la narrativa de Manuel Rojas, por ejemplo. Giaconi, en consecuencia, es uno de los que promoverán esta renovación escrituraria dentro de la denominada generación del 50 (Lafourcade, dixit), conocida como la generación irrealista de 1957 o la novela del escepticismo, como la denominaron Cedomil Goic y José Promis, respectivamente.
El editor de La difícil juventud de 1970 tuvo el acierto de colocar como prólogo de la reedición, una ponencia que Claudio Giaconi había leído en el Segundo Encuentro de Escritores Chilenos realizado en Chillán entre el 19 y el 24 de julio de 1958. De alguna manera, el documento era la plasmación de las concepciones estéticas que estaban detrás de los cuentos publicados en 1954: “Las ideas sostenidas por el autor en esa oportunidad iluminan algunos aspectos fundamentales de la concepción literaria de la mayor parte de los jóvenes escritores chilenos de la década del 50, y constituyen una suerte de testimonio y programa generacional”. Efectivamente, Una experiencia literaria -es el título de la ponencia- plantea de forma directa el programa de los noveles escritores de la promoción generacional aveniente y que marcará un hito en la historia de la narrativa chilena contemporánea. Estos lineamientos escriturarios, Giaconi los numeró en lo expuesto en aquel congreso chillanejo: “1. Superación definitiva del criollismo. 2. Apertura hacia los grandes problemas contemporáneos: mayor universalidad en concepciones y realizaciones. 3. Superación de los métodos narrativos tradicionales. 4. Audacias formales y técnicas. 5. Mayor riqueza y realismo en el buceo psicológico. 6. Eliminación de la anécdota”. Cada una de estas afirmaciones del autor pueden ser discutibles, pero de cierta forma dan cuenta del espíritu que animaba a las letras chilenas por aquellos años.
El texto de Claudio Giaconi en el momento de su emergencia tuvo una recepción crítica significativa con aspectos positivos y otros no tanto en su narratividad. En este sentido, el lector interesado en visualizar cómo la crítica leyó a Giaconi -el lector histórico, aquel que coincidió con la emergencia de los cuentos- puede recurrir a un texto académico esencial para comprender las creaciones literarias de la generación, puesto que en este se recogen, precisamente, los documentos con que la crítica literaria juzgó y apreció a algunos notables relatos de dicho movimiento, principiando por el volumen de cuentos giaconiano. Me refiero a La generación del 50 en Chile. Historia de un movimiento literario (Narrativa) (1991) de Eduardo Godoy Gallardo (+).
No cabe la menor duda que Giaconi manejaba con destreza la retórica del relato, en otras palabras, era un magnífico narrador donde se conjugaban las historias y el modo de desplegar lo narrativo sobre la base de una perspectiva existencialista donde sus propuestas de la ponencia histórica se habían cristalizado antes. Uno de los críticos del volumen de cuentos fue Goic, quien observaba en la narrativa de Giaconi una “desmesurada preocupación por la técnica”, lo que iba en desmedro del valor de los relatos, aunque le reconocía como uno de los excelentes escritores de su generación. El libro llevaba como título el del primero de los cuentos, y precisamente está centrado en lo medular de la trama conflictual entre el protagonista Gabriel y el padre Pablo, un sacerdote sui generis del pueblo. Cada uno de los cuentos tiene su impronta especial, como El conferenciante o Aquí no ha pasado nada. La edición de 1970 incluyó El sueño de Amadeo que Giaconi publicó en 1959.
Andando el tiempo, Claudio Giaconi se fue convirtiendo en un personaje casi mítico hasta llegar a un autor de culto como se dice habitualmente. Su obra ha trascendido el tiempo y, efectivamente, es un clásico de la literatura chilena a partir de La difícil juventud, cuya edición de 1970 cumple este año nada menos que cincuenta y cinco de existencia.
(Claudio Giaconi. La difícil juventud. Santiago: Editorial Universitaria. 1970. 140 pág.)
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