Dentro del espectro de la poesía lírica de los últimos tiempos en nuestro país, la figura del poeta y académico Luis Correa-Díaz se ha ido posicionando como una de las voces más significativas por su propuesta discursiva que, sin duda, está enmarcada en la posmodernidad escrituraria. Habiendo leído y analizado parte de su obra poética, creemos que el mencionado poeta tiene un lugar dentro del canon de la lírica chilena reciente. Recientemente, hemos leído su texto Peligro de extinción. Endangered Species [Speech-less] Act (2025).

La portada del libro de Correa-Díaz es aséptica, no en un sentido negativo, sino que con dicho vocablo queremos significar lo contrario de lo que enuncian sus acepciones del diccionario (neutral, frío, sin pasión). El paratexto, que es la portada, muestra una imagen que pareciera ser un pez (el lector después en el acto de lectura descubrirá de quién se trata), pero que está desconfigurado. El icono está sobre un fondo blanco. Este es el color por excelencia de la pureza, la inocencia, la luz y la paz. La imagen distorsionada del pez está relacionada con el título del poemario. Este tiene un sentido ominoso. La palabra extinción significa algo que está puesto es una situación límite, al borde de dejar de ser como especie. En el título el término forma parte del complemento del nombre que encabeza el enunciado nominativo de la textualidad a la que el lector/a se enfrentará una vez que ingrese en el ejercicio de la lectura. La palabra peligro es el núcleo de lo que el hablante quiere desplegar. Este concepto tiene connotaciones negativas y de advertencia, pues algo va a suceder o está sucediendo. Luego en la portada están las frases en inglés que aluden al mismo sentir, pero luego una sentencia encapsulada en paréntesis cuadrado y un término que se asocia con la acción. Menos palabras y más acción. Esta relación entre la lengua hispana -castellana, la prefiero- y la anglosajona es una característica en el habla poética de Correa-Díaz. Una simbiosis escrituraria. En definitiva, la obra es un texto bilingüe.

La tematización poética que lleva a cabo el autor del libro tiene que ver con un constructo imaginario de larga prosapia en la literatura universal. La literatura, en realidad, no es más que un acto dialogante con los tópicos, temas, motivos, y un etcétera, que se han dado desde que la humanidad tomó conciencia del arte creador. La poiesis de los griegos clásicos. O, en otras palabras, el jardín de formas de H. R. Curtius. La estructura estructurante de Correa-Díaz está dentro de los márgenes de los denominados bestiarios. El texto poético trata de este tema sobre la base de la mirada poética de un autor del siglo XXI. Los seres otros nos siguen acompañando y suscitan lo que el enunciado titular nos advierte. En este sentido, la obra reciente de Correa-Díaz está conectada con una corriente poético-estética que se denomina la ecopoesía. Esta tiene que ver, precisamente, con el entorno natural en que estamos inmersos todos los seres creados, especialmente, los del día quinto de acuerdo con el texto bíblico. Son los hermanos menores, al decir del Poverello de Asís. Todos los seres creados compartimos una casa común (Oikos). El bestiario como formato estético involucra fundamentalmente a estos seres menores. Lo interesante es que el bestiario se contaminó con la imaginación -la poiesis– y surgieron los seres creados por la ficción, como las sirenas que Ulises quiso ver y escuchar su canto embriagador o enloquecedor atado a un mástil de su embarcación en su periplo hacia Itaca, según lo narra el poema homérico. En el libro poético de Correa-Díaz, por tanto, nos encontraremos con un bestiario real y otro imaginario sobre la base de la premisa del título. Esto es literatura -en este caso, lírica- en su sentido más prístino. Históricamente es en la época medieval donde los bestiarios tuvieron una gran difusión, pues en ellos cristalizaron los temores e inquietudes de un mundo en expansión, donde se suponían habitaban criaturas extraordinarias, extrañas y fantásticas. Incluso en las catedrales góticas encontramos la incorporación de la otredad, ya que las gárgolas y otros seres formaron parte del imaginario. Lo mismo acontecerá después del descubrimiento de otros lugares geográficos como el continente que llamaron el Novus mundus. Cristóbal Colón en su diario navegación sostiene haber visto a las sirenas. Pura literatura dentro del imaginario medievalista de la historia. En la literatura del siglo pasado, los bestiarios imaginarios se destacan por “una riqueza y una fantasía susceptibles de hacer palidecer a los productos en serie del universo verdadero”. El texto poético de Correa-Díaz nos advierte ante la pérdida de estos seres otros no humanos, incluidos aquellos que dejaron de ser hace milenios en los albores de lo que denominamos Tierra, el planeta que es más bien oceánico.

En la obra de nuestro autor se hacen presentes varios ejemplares de una fauna real conjugada con otra imaginaria. En realidad, como estamos frente a una creación -nuevamente, la poiesis-, todo lo que emerge ante el lector/a es una percepción estética del mundo. La apropiación poética, como dirían los maestros Vodicka y Belic hace décadas atrás. Esta creación como lo sostuvimos al principio corresponde a un hablante lírico del siglo presente y, en consecuencia, que se apropia de los mecanismos y formatos propios de este tiempo con una cosmovisión posmoderna. El primer poema del texto de alguna manera es una especie de proclama expresada por uno de estos seres del bestiario. El sujeto hablante le pasa la voz a un pingüino papúa quien enuncia el propósito escriturario de la advertencia de la extinción, solo que en este contexto hay especies ya desaparecidas, pero que en el presente de la enunciación parecieran estar a pronto de serlas. El poema inicial, entonces, es la programación narrativa -nos permitimos usar el término como equivalente a la enunciación lírica, a un relato. – El poema inicial lo citamos por la pertinencia que tiene en el sentido de que estamos desplegando: “soy un pingüino papúa/ que me le metí/ por los ojos a este lcd/ cuando anduvo/ por acá en la madre/ Antártica y nos predicó/ y le oímos decir que la era/ de la ebullición venía/ y a mí que siguiera/ ayudando con el nido/ piedra a piedrita/ y ahí ando, pero también/ en su corazón/ y por él hablo a las naciones”. Lcd, por tanto, se transforma en una forma de heraldo en su constitución textual como hablante de esta otredad que se remonta a la prehistoria. Lcd es Luis Correa-Díaz transfigurado en el sujeto de la enunciación lírica que va mostrando a los seres otros no humanos no sólo de la fauna real sino de la imaginaria, como las mentadas sirenas que vio Ulises/Odiseo o Christóforo Colombo: “si las sirenas fueron en un principio/ un injerto de mujer y aves, sólo/ luego se las asoció a aquélla/ al mar y se le dio cintura y cola/ de pez…”. En el despliegue poético, el poeta Correa-Díaz va poetizando estas especies en peligro del Oikos donde el panda rojo se convierte en un juguete de peluche: “del Panda Rojo quedan/ +- 10.000 ejemplares y/ millones de peluches/ con su carita disfrazados/ de ellos los niños en clases/ colorean su pequeña/ osocidad…”. O la ballena franca es expoliada: “se las ingeniaron/ vieron que si le ponían/ explosivos al arpón/ la caza era una fiesta desde/ norte a sur, hasta arrinconarla/ en la supervivencia…”. Haciendo calas en el poemario nos salta el narval -que tanto le gustaba a Neruda-: “unicornio de los mares árticos” o el mamut -que nos recordó al del río Berezovka en el primer número de la revista Mampato- la bestia desaparecida donde el hablante nos comunica de la “hibridación genética” para recuperarlo, pero que los homos -la especie en sus inicios evolutivos- “los empujamos al abismo/ los cazamos hasta perturbar su camino/ de libre y sana reproducción en su hábitat”. En definitiva, el texto poético de Luis Correa-Díaz es un libro “lleno de fantasía y deleite” como dice Jeremy Paden en la contraportada, donde, además, las imágenes/ dibujos de Gustavo Denault y los emojis le dan una vivencia estética al bestiario. Allí, en la contraportada, está el fragmentado Chaunax que en su rostro -cara, faz- expresa el sentido último de las especies en peligro de extinción de ayer y de hoy. Un libro poético que afianza la voz poética de Luis Correa-Díaz. Absolutamente recomendable su lectura.

Por admin

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