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Como se sabe, el liceo ha sido una institución característica de la educación chilena con los rasgos identitarios que Carlos Carstens Soto nos presenta en sus memorias, donde se “impartía una educación gratuita, de calidad y de excelencia”. Para quienes fuimos coetáneos de los eventos recordados con nostalgia por el autor de este libro, nuestros liceos eran y deben seguir siendo efectivamente lo que está entrecomillado

Eddie Morales Piña. Crítico Literario. Imagen refrencial desde Recuerdos del Eduardo de la Barra.

Antes de la Navidad recién pasada me he encontrado con mi profesor de Castellano del Liceo donde estudié la enseñanza media, quien se casó con la profesora de Matemáticas, como conjugando aquello del “amor y pedadogía” unamuniano. Don Jaime me comenta que hace poco había estado en el lanzamiento de un libro de memorias liceanas en el “Eduardo de la Barra”, el emblemático establecimiento educacional de la calle Colón en Valparaíso, pues el autor de la obra era primo de su esposa Carmen. En consecuencia, el mundo es pequeño, ya que se entrelazaban las personas en torno a un libro. Más aún cuando abrí el texto descubro que la presentación estaba escrita por Dora Mayorga Aravena, quien fue una de mis profesoras de Gramática cuando entré a estudiar en la Universidad de Chile en Valparaíso.

El libro de Carlos Carstens Soto se titula “Valparaíso: nostalgias de un liceano” (Santiago: RiL Editores, 2018) y su referente inmediato es el Liceo “Eduardo de la Barra”. La obra está en consonancia con otras dos del mismo autor que la han precedido: “El golpe llegó a golpearnos: ¿Radio Recreo qué hora es?” y “Valparaíso Cerro Cordillera. Crónicas de ensueño”, publicadas ambas por el sello editorial mencionado en 2016 y 2017, respectivamente. Sin duda que los textos constituyen una suerte de trilogía que recoge las vivencias del autor en diferentes instantes de su condición vital. El lector avisado se dará cuenta que lo narrado corresponde a las nostalgias del liceano, es decir, el centro de la andadura vitalista de Carlos Carstens Soto -cuando este es un joven idealista alumno de un liceo que ha marcado la historia educacional de Valparaíso. Por otra parte, los títulos de los tres relatos están muy bien escogidos para aglutinar el contenido desplegado: en el primero el sustantivo golpe y el verbo golpear aluden directamente a la época que se evocará, lo que se intensifica con la frase característica de la radioemisora; en la segunda, el subtítulo (“crónicas de ensueño”) nos remite no sólo al género discursivo sino al anhelar persistentemente un tiempo y un espacio ya idos; por último, en la obra recién publicada la palabra nostalgia lo dice todo.

Efectivamente, el sustantivo nostalgia remite a una evocación triste y melancólica por un bien perdido. En este caso, es la comunidad educativa que lo vio crecer como persona. En este sentido, el liceo se constituye en el espacio vital recordado, anhelado y narrado. Como se sabe, el liceo ha sido una institución característica de la educación chilena con los rasgos identitarios que Carlos Carstens Soto nos presenta en sus memorias, donde se “impartía una educación gratuita, de calidad y de excelencia”. Para quienes fuimos coetáneos de los eventos recordados con nostalgia por el autor de este libro, nuestros liceos eran y deben seguir siendo efectivamente lo que está entrecomillado.

El texto de Carlos Carstens Soto recoge, por tanto, las experiencias y las vivencias de su autor desde que ingresa al Liceo N° 1 de Hombres Eduardo de la Barra en la década del sesenta hasta su último año de Humanidades y el posterior regreso como profesor del mismo establecimiento educativo. Históricamente, el relato dará cuenta no sólo del contexto local y nacional, sino del internacional, puesto que los años evocados serán pródigos en sucesos que marcaron el devenir del mundo. Los diversos segmentos en que está dividido el libro son crónicas que captan la atención del lector/a de manera inmediata. En este sentido, el autor es un excelente narrador (es un muy buen fabulador, no en sentido de contar patrañas, sino en cómo articula el discurso y captura al que lee).

La obra se compone de tres capítulos que como dije se estructuran sobre la base de segmentos narrativos que giran en torno a personas, situaciones, motivos, efemérides, anécdotas, obituarios, etc., teniendo como eje central el Liceo, el lugar y el tiempo evocados con nostalgia. En un primer momento (“Un resumen histórico”), Carlos Carstens Soto contextualiza la presencia del Liceo Eduardo de la Barra en Valparaíso; seguidamente, el capítulo “Nostalgias de un liceano” – el más extenso de la obra-, es el más interesante, sin desmerecer el resto; desfilan ante el lector múltiples vivencias y personas que marcaron la época narrada para el autor y sus compañeros; en el tercer momento se despliega el regreso y los reencuentros.

En síntesis, esta obra de Carlos Carstens Soto se complementa con las anteriores que hemos mencionado. Queda demostrado la importancia de la recuperación de la memoria de los tiempos idos, con el fin de dejar el testimonio de un tiempo y lugar vital que marcó no solo la intrahistoria de su autor, sino también en todos aquellos que compartieron el mismo espacio educativo: el Liceo.

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