“Palomita blanca”, la novela publicada en 1971 por la Editorial Zigzag, es un relato que acercándose a las cinco décadas desde su primera edición se ha constituido en un texto casi de culto: generaciones y generaciones de lectores/as han incursionado en la historia protagonizada por el joven rico y la joven marginal

Eddie Morales Piña. Crítico Literario.

El escritor italiano Italo Calvino en un magnífico ensayo acerca de por qué leer los clásicos (1993), sostenía entre varias razones que “se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos”. Sin duda, que hay múltiples autores y obras que cumplen con esta condición que plantea el intelectual, quien, por lo demás, es a estas alturas un clásico de la literatura. En esta crónica nos referiremos someramente a una de las novelas chilenas que habiendo sobrepasado el tiempo es un clásico: “Palomita blanca” de Enrique Lafourcade.

La figura de Lafourcade en el contexto de la literatura chilena del siglo XX es incuestionable. Fue un narrador prolífico de novelas donde hay algunas emblemáticas y otras de menor estatura o de tono menor –como suelo ocurrir, por lo demás-. Entre las primeras, cabe señalar “Pena de muerte”, “Para subir al cielo” o “La fiesta del rey Acab”. Por otra parte, el escritor tiene la importancia de haber sido el creador o el aglutinador de una generación literaria que fue conocida como la de los/as escritores/as del 50. En su famosa antología de los nuevos cuentistas chilenos aparecían los nombres de figuras que andando el tiempo serían claves en el devenir de la renovación de la literatura, especialmente narrativa, en nuestro país. El propio Lafourcade en un ensayo proponía las directrices y características que asumiría la nueva generación: lo que luego se cumplió.

Palomita blanca”, la novela publicada en 1971 por la Editorial Zigzag, es un relato que acercándose a las cinco décadas desde su primera edición se ha constituido en un texto casi de culto: generaciones y generaciones de lectores/as han incursionado en la historia protagonizada por el joven rico y la joven marginal; una historia de amor en medio de los avatares de los sucesos de un país previo al estropicio que vendría después. En cierto modo, la novela de Lafourcade se ha transformado en un verdadero “best seller”, pues se estima que la obra es una de las que tiene más ejemplares y ediciones en la historia del libro en Chile.

Sin embargo, dejar la novela encapsulada bajo ese rótulo podría ser mezquino. El relato de Lafourcade se sostiene por sí mismo, ya que a partir de la historia de amor entre Juan Carlos y María se logra capturar la atención del lector/a por la perspectiva que adopta el narrador para contar la trama, que se va entrelazando con los hechos histórico-sociales y culturales del mundo presentado, especialmente de una ciudad de Santiago que despuntaba a una modernidad incipiente. “Palomita blanca” de Enrique Lafourcade desenvuelve el relato a partir del famoso encuentro musical hippy de Piedra Roja (la imitación criolla de Woodstock), la presencia de un gurú argentino denominado Silo -que pretendía crear una nueva espiritualidad entre la juventud-, y los aprontes de una elección presidencial. En torno a estos sucesos de la contingencia de fines de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado es que Lafourcade sitúa a los protagonistas. Como imagen de una época la novela está muy bien lograda, pues el autor se apropia de la mentalidad de la juventud de ese entonces. La serie de modos y expresiones lingüísticas que están en el relato –algunas de las cuales pueden estar desfasadas hoy- le dan a la historia un sabor especial.

En consecuencia, esta novela de Lafourcade puede ser revisitada y vuelta a leer como si fuera la primera vez; allí reside su encanto. El crítico García Gual nos recuerda que lo que consagra como clásicos a algunos textos o autores es “la lectura reiterada, fervorosa y permanente de los mismos a lo largo de tiempos y generaciones”. Por último, cabe decir que la novela y el nombre de Lafourcade quedaron indisolublemente unidos a la versión cinematográfica del relato dirigida por el prestigioso Raúl Ruiz (1973) y a la banda sonora de la misma ejecutada por Los Jaivas. Desde esta perspectiva, “Palomita blanca” se convirtió en una novela mítica.

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