En realidad, el texto es dos en uno. Rara vez vemos esta división escrituraria. En este caso, los cuentos están aglutinados sobre la base de una temática. La primera parte, le da nombre al volumen y concentra la mayor parte de los relatos: Expediciones domésticas; mientras que la segunda se titula Mensajes extraviados. Ambas denominaciones para el lector avisado cervantinamente hablando, indican por donde transitaremos. 

Texto e imagen por Eddie Morales Piña. Crítico literario.

Comenzaré esta crónica literaria con lo que podría ser la conclusión. Al finalizar la lectura de este libro de cuentos sólo puedo afirmar que su autor ha construido una obra que no dejará a nadie insatisfecho, pues maneja con precisión los modos escriturarios para elaborar historias que se ubican dentro de uno de los paradigmas que en la historia de la literatura universal ha tenido ilustres representantes. En este sentido, Cristóbal Acevedo Ferrer no les va en zaga, sino que me da la impresión de que ha bebido de una fuente inagotable y se ha empapado de la atmósfera y el sentido estético de lo que se conoce como el relato fantástico.

Este es un volumen que coge al lector/a desde las primeras líneas con que se abren los casi veinte cuentos que lo componen. Siempre se ha sabido que la frase inicial o la enunciación primera de un discurso narrativo es esencial para atrapar a quien lee. Esta conditio sine qua non es de toda obra narrativa y no es el caso de citar inicios célebres. Si los ejemplos pueden provenir de la novela, con mayor razón en el cuento dicha conditio se transforma en un asunto radical. El cuento como forma narrativa debe ganar por knockout al lector/a; el golpe inicial es decisivo. El libro de Cristóbal Acevedo Ferrer cumple con esta prerrogativa cortazoriana. Esta forma narrativa es compleja. Ser un buen cuentista significa saber que se debe concentrar una historia sin el despliegue de la novela. La definición de cuento que aprendí hace mucho como estudiante de literatura en la universidad es que se trata de una forma verbal breve -el adjetivo luego se hizo in extremis con el género del tercer milenio, el microcuento o microrrelato que Acevedo Ferrer nos deja plasmado también en su libro.

En realidad, el texto es dos en uno. Rara vez vemos esta división escrituraria. En este caso, los cuentos están aglutinados sobre la base de una temática. La primera parte, le da nombre al volumen y concentra la mayor parte de los relatos: Expediciones domésticas; mientras que la segunda se titula Mensajes extraviados. Ambas denominaciones para el lector avisado cervantinamente hablando, indican por donde transitaremos.  El título primero es sorprendente, pues nos descoloca en la percepción práctica de qué entendemos por una expedición. Esta es una acción que conlleva un salir a espacios inexplorados, ocultos, enigmáticos. Una expedición siempre tiene un carácter aventurero lleno de sorpresas gratas o ingratas. Sólo que aquí se trata de expediciones domésticas. En consecuencia, desde el título se nos hace ingresar a un mundo insólito, pues lo que ocurrirá será dentro de un locus que -normalmente, se supone- es el espacio de la seguridad y las certezas. Por su parte, el segundo segmento de relatos se agrupa en tormo a la frase mensajes extraviados. En este sentido, también entramos en un territorio enigmático y sobrenatural. Siempre los mensajes en la historia de la escritura han sido primordiales -tanto para bien o para mal-. El extravío de un mensaje puede ser peor para quien deba recibirlo. El locutor de estos relatos extraviados pareciera llevarnos a un espacio ignoto que sobrepasa las experiencias de lo cotidiano. Entre ambos segmentos, por tanto, hay un hilo conductor que dejé enunciado al principio. Estimo que después de haber acabado la lectura del libro de Acevedo Ferres estos pueden ubicarse en la nomenclatura de los relatos fantásticos, denominación de varias connotaciones que los teóricos -entre ellos, Tzvetan Todorov- han desmenuzado ad infinitum. Pero también me da la impresión de que el autor transita por los senderos de las temáticas neogóticas y de lo maravilloso. En realidad, el lector/ a percibirá estéticamente lo que estoy planteando.

En su portada, la obra de Cristóbal Acevedo Ferrer apunta hacia los derroteros de lo fantástico. El paratexto es una casa en medio de una arboleda donde se aprecia un jardín que hace de antesala, todo en una tonalidad entre gris y amarillo. La casa sobresale porque tiene una estructura señorial. El título principal -que le da nombre al primer segmento- nos indica que la verdadera protagonista es efectivamente dicha construcción. En el relato universal la casa Usher es el referente. Todos los relatos nos hacen participar de historias donde sin darnos cuenta pasamos de la cotidianeidad hacia un espacio donde las reglas de la razón y de la cientificidad están fuera de órbita. Estamos, por tanto, en el ámbito de lo fantástico -y no entro en las disquisiciones modélicas que se han establecido teóricamente. “Hormigas” es un microrrelato perfecto, mientras que “Gárgolas en la lluvia” entra en plenitud en los senderos de neogótico-fantástico, siendo un texto notable. Lo mismo ocurre en el segmento segundo donde descuella “La herencia de Napoleón” en medio de los Andes, o el minuto de la Creación.

En definitiva, Cristóbal Acevedo Ferrer -de profesión abogado- en esta su opera prima demuestra un talento escriturario y una imaginación que “cautivará y capturará al lector, provocándolo, cuestionando de manera profunda sus certezas de la vida real y racional”, como lo dice en el prólogo el escritor Diego Muñoz Valenzuela.

(Cristóbal Acevedo Ferrer: Expediciones domésticas. Santiago: Editorial Forja. 2020. 81 pág.).

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